La cocina del jabón.

Como vais a ver a continuación, no hace falta una gran inversión para hacer nuestro propio jabón. Aquí tenéis la lista con imágenes de los enseres que yo empleo.

Las jarras medidoras.

De Pirex o de plástico resistente al calor.
Las usaremos para disolver la sosa y pesar los aceites.


Los cazos y platillos.

En acero inoxidable, nunca en aluminio (la sosa los atacaría).
Nos sirven para pesar y calentar los ingredientes.


Las herramientas.

El pincel: para untar de aceite los moldes de silicona o plástico.
La espátula: de plástico resistente al calor.
La cuchara de madera: para mezclar la masa espesa y para verter ésta en los moldes.
El batidor de varillas: en acero inoxidable, para batir la masa y mezclar los ingredientes con suavidad.



La batidora eléctrica.

Para que la pasta de jabón alcance antes la traza. Permite mezclar de forma homogénea los ingredientes añadidos (colores, arcillas,...).
De baja potencia es suficiente, si tiene regulador podemos variar la velocidad según la densidad de la pasta.
La mano ha de ser de acero inoxidable.
¿Podemos prescindir de ella? Sí. Pero hay algunos aceites que tardan mucho en alcanzar la traza, y la batidora eléctrica acorta ese tiempo de manera notable.


La báscula.

Una báscula de cocina, con que pese con precisión y de gramo en gramo es suficiente (si mide los medio gramos mejor).


La olla de cocción lenta.

Tras haber utilizado la saponificación en frío para elaborar mis jabones, un buen día decidí probar el proceso en caliente...y me gustó.
De hecho ya los hago todos así, salvo si los quiero decorar y necesito para ello que la masa sea fluida.
El jabón hecho en caliente tiene una apariencia final más tosca pero a cambio, asegura que las grasas añadidas en el sobrengrasado que son las que escogemos por sus  propiedades, se quedan sin saponificar y la sosa no las agrede.

A la hora de ponerse a trabajar se necesita algún utensilio más que para el proceso en frío. Por ejemplo, el recipiente donde alcanzará la traza la masa de jabón ha de ser resistente al calor ya que lo sumergiremos al baño maría durante un buen rato. Encontraréis por la red jaboneros que os lo explicarán.
Yo directamente aposté y adquirí una crock-pot.



En España no es algo habitual usar en la cocina una olla de cocción lenta, pero buscando un poco se encuentra en tiendas.
Los especialistas en hacer jabón con la crock-pot son los norteamericanos.
Me decanté por una que me permitiera realizar poca cantidad de masa (1,5 kg), por ir viendo como iba el proceso, pero que ya se me está quedando pequeña.
No me arrepiento en absoluto de mi adquisición. Y es la más sencillita. Las hay hasta con temporizador y programador. No queremos llenar la cocina de trastos, pero yo sin este trabajaría peor.



Los moldes.

De silicona. Son fáciles de encontrar ya que son los mismos que se emplean en cocina. 
Resisten el calor y no se pegan. 
Los que tienen diques a los lados o son de paredes gruesas son los mejores, ya que no se deforman con el peso de la masa.
También los hay de madera, que forraremos con papel encerado, y de plástico rígido. Prácticamente todo vale como molde, pero antes de decantarnos por uno, debemos de pensar en el desmoldado.


No olvidaremos tener a mano el film de cocina transparente, para tapar el jabón mientras se enfría y prevenir que se hagan depósitos calcáreos sobre su superficie. También nos facilitará el trabajo a la hora de presionar la masa en el molde y alisar la parte superior.

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